Por eso, los fanáticos gritaron el nombre de cada atleta mientras ingresaban por el pasillo de seguridad, cerca de los agentes de policía. La venganza llegó en forma de selfies y autógrafos para deleite de los blancos y negros allí presentes. Almada, el goleador del equipo en Uruguay, fue uno de los más populares.
Un dato destacable ya adelantó la rivalidad con Atlético-MG, adversario de la final de la Libertadores. Al fin y al cabo, unos 40 aficionados llegaron a Río a su regreso de Buenos Aires y fueron provocados por los Botafoguens.
Finalmente, la gran decisión se tomará el 30 de noviembre en el estadio Monumental de Núñez de Argentina. Será otra final brasileña, esta vez en pleno estadio de River Plate. Antes, el Botafogo sigue firme en la carrera por otro título, el Campeonato Brasileño, y se enfrentará al Vasco en el Nilton Santos el martes (5).
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